El tiempo es oro. Y por este motivo, muchas veces intentamos sacarle el máximo partido. Llevamos (la mayoría de los mortales) un ritmo frenético para poder llegar a todas partes. Levantarte bien temprano, arreglarte, ir corriendo al trabajo, un respiro que empleas para comer algo, seguir con la jornada, salir pitando al resto de quehaceres, gestiones, la compra, llamadas pendientes, recoger a los pequeños o llevarlos de una extraescolar a otra, lavadoras, cenas, preparar todo para el día siguiente… y vuelta a empezar.
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