Nadie va a trabajar para matarse”, dice Manuel Prior, presidente de Avalto, una pequeña asociación de Toledo de víctimas de accidentes laborales. Con 23 años, su hijo Manuel tuvo esa desgracia cuando montaba un ascensor. “Le faltaban dos meses y dos semanas para cumplir 24″. La herida sigue abierta 19 años después de aquello. La empresa para la que trabajaba se saltó toda la normativa de seguridad, pero los propietarios, dos hermanos, se salvaron de la cárcel pese a una condena de 18 meses. Tampoco fue a prisión el encargado, condenado a 16 meses. Antes del juicio, el abogado de la empresa le dijo al de la familia: “Ya sabes cómo se arregla esto”. Ofreció dinero. “No se puede imaginar cómo me sentí. Pagar antes que cumplir con la prevención… puedo contar miles de anécdotas que ponen los pelos de punta.

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