Un día de 1992, un joven chino sufrió el que probablemente sea el único accidente laboral que ha acabado beneficiando a millones de personas en todo el mundo. El estudiante Detao Du estaba alineando los láseres de una máquina experimental en su laboratorio cuando la potente luz le entró por el ojo. Su jefe, el francés Gérard Mourou, le acompañó corriendo al hospital. El médico de urgencias exploró inmediatamente la retina herida y, asombrado, preguntó qué clase de láser era aquel. Detao se lo explicó: era una nueva técnica para generar pulsos ultracortos de alta intensidad.

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