Una formación puede ser práctica sin salir del aula y por ello de aplicación en determinados puestos de trabajo en los que el nivel de riesgo se califica como trivial o moderado. Por tanto, podría perfectamente cumplir con dicho requisito, si esa “práctica” se materializa en determinadas acciones en las que el trabajador pueda identificar, valorar los riesgos a los que está expuesto, así como la prescripción de las medidas preventivas necesarias para evitarlos.

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